Los Desacatos de Carlos Rivera
Hace más de una década que Carlos Rivera (Bettembourg, Luxemburgo, 1985) viene desarrollando un proyecto que explora lo que él ha llamado “la supervivencia de la oscuridad en la sociedad contemporánea”. Inicialmente usando la sombra de figuras sobre tela que muestra con “retro iluminación”, ha ido agregando diversas series donde integra pequeños objetos metálicos de desecho recogidos en su deambular urbano, integrando así al “objeto encontrado” en su obra.
En esta vertiente se ubican las dos series recientes de esta muestra que él ha denominado Desacatos, y cuya materialidad proviene de los residuos de la señalética urbana. La primera está conformada por las bases que fijan a tierra esa información y que, como un relieve pictórico, expuso a muro en 2018 (Sala de Arte CCU). Ahora podemos verlas en mayor dimensión como una metáfora del territorio. En la otra serie, Rivera reutiliza los paneles de información trozados que reintegra en acumulaciones más o menos azarosas en una retícula regular. El clima expresivo queda determinado por los mensajes verbales truncados por corte o disposición, así como por líneas y fondos donde irrumpen los colores amarillo y rojo, que parecen modificar la persistente “acromía” que domina conceptualmente su obra, asumida también como una denominación genérica de su derrotero. Estos paneles poseen una visualidad lúdica o tartamuda, Flores de asfalto al fin de la gran densidad comunicacional del entorno urbano contemporáneo que a ratos se nos hace ensordecedor.
Las series de Rivera nos recuerdan una opinión de Bachelard acerca de la mirada:
“…para un ojo luminoso todo es espejo; para una mirada sincera y grave, todo es profundidad.”
Nos queda seguir atentos a las nuevas vertientes de esta obra cuyo despliegue se ha dado en una constante expansión.
Hugo Rivera-Scott
Serie de obras recientes del artista visual y académico de la Escuela de Arte UC, Ricardo Fuentealba-Fabio.
Ser artista
… La elección del tema es para Fuentealba-Fabio un asunto no menor, pues es lo que plantea su relación con la poética del hacer, la que muchas veces él refleja en textos que dan intensas luces del conflicto creativo. Es el tema escogido su soporte para la clave de la creación, una clave que surge, según mi parecer, de un enfrentamiento valiente con respecto a su condición de ser artista. Aquí es donde se despliega un acto de reflexión aguda del porqué crear y si acaso el hacerlo lo convierte a él en creador, o si bien son los procesos lo importante y no sólo así el resultado. Quizás eso haga que la contingencia de los tiempos o la verdad relativa de una historia no sean evidentes en su obra, pues no radica ahí su esencia, o más bien no radica en una evidencia a modo de panfleto.
Su obra requiere dejarse someter por la fascinación del proceso y por medio de este darse cuenta de la notable verdad creativa que implican, verdades que nos permiten reencontrarnos con una esencia humanista desde la creación artística, donde la poética, el dolor, el humor, la historia, la noticia, lo trivial, se encuentran en las materialidades que explora.
Existe una relación de las obras, en la presente exposición, que está dada por estas constantes, pero en cuanto a la visualidad las disimilitudes son claras, y eso se debe a que no se puede prescindir del “recorrido”, de algunas piezas anteriores, de esa historia personal que lo lleva a ser artista. De los memento mori a las aves, preferentemente tordos o cuervos, de herramientas para alterar estructuras sociales a sugerentes masas de negro. De lo migrante a lo local, de lo público a lo personal…
Carlos Javier Núñez
Curador independiente – NABA
“Cruce de Caminos – Escuela de Arte UC, Generación 1981” es una exposición colectiva de artistas que se formaron a principios de los años ochenta en la Escuela de Arte de la Pontifica Universidad Católica de Chile. Después de más de cuatro décadas de haberse encontrado y conocido, gran parte de esta generación ha decidido volver a reunirse para celebrar y confirmar su vocación y compromiso con las artes visuales.“Cruce de Caminos – Escuela de Arte UC, Generación 1981” es una exposición colectiva de artistas que se formaron a principios de los años ochenta en la Escuela de Arte de la Pontifica Universidad Católica de Chile. Después de más de cuatro décadas de haberse encontrado y conocido, gran parte de esta generación ha decidido volver a reunirse para celebrar y confirmar su vocación y compromiso con las artes visuales.
Ellos son: Jorge Milosevic, Erika Haardt, Wladimir Ugarte, Minerva Sepúlveda, Isabel Saa, Mónica Larrea, Mónica Penna, Carolina Mena, Catalina Ossa, Ximena Rojas, Gonzalo Torrealba, Andrea Quezada, Iván Domeyko, Marcela González, Catalina Leyton, Francisca Lira, Susana Cox, Rubén Reyes, Gustavo Schmidt, Bernardita Undurraga, Patricia Mery, Marcela Illanes, Andrea Pichaida y Paul Beuchat (1961 – 2017).
Es así como en esta exposición convergen alrededor de cien obras de los más diversos lenguajes plásticos (dibujos, pinturas, objetos, esculturas, textiles, fotografías, videos e instalaciones), y aunque sus enfoques son múltiples y variados, todos parecen abordar problemáticas universales, transversales y de todos los tiempos, fundamentalmente en torno a la naturaleza y la condición humana, primando una visión que rescata las sutilezas de la vida cotidiana y sus alcances trascendentales.
A pesar de que algunos son más figurativos (y a veces, hasta descriptivos) y otros más abstractos (o concretos), mientras unos usan como estrategia el humor y la picardía y otros son más solemnes y circunspectos, algunos más extravagantes y otros más conservadores, mientras algunos celebran las minucias de lo doméstico y otros se mueven en planos más místicos, lo que todas sus obras tienen en común es que son eminentemente humanistas, naturalistas, líricas, cálidas, afectuosas, orgánicas, románticas, existenciales, sensoriales, no discursivas, y sus posturas tan altamente sensibles a los atributos visuales del arte (punto, línea, plano, forma, mancha, volumen, tono, tinte, brillo, textura, etc.) como indiferentes a los correlatos teóricos rebuscados.
Cristián Silva
Curador
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Pinturas y collages de los últimos años de producción del artista visual y ex alumno de la Escuela de Arte UC, Víctor Mahana.
Vivimos tiempos de despertares, de encierro y oscuridad, de refugiados y refugios. Hemos perdido la certidumbre, así como se pierden los márgenes de los territorios que, a la vez, se vuelven líquidos como las placas de hielo polar a raíz del calentamiento global. Tuvimos que observar nuestro espacio interior para reconocer, encerrados en él, otras realidades que estaban en nosotros.
Post tenebras lux son las palabras que surgieron en la mente del artista Víctor Mahana durante el periodo de creación como título de esta muestra. Después del proceso vivido a través del estallido social reciente y de las cuarentenas pandémicas, ellas representan un viaje por la identidad personal y colectiva; un trayecto por la oscuridad y la incertidumbre frente a las expectativas de una futura consciencia y una nueva carta magna para Chile.
María Eliana Morales, curadora independiente.
Un encuentro de papel y nostalgia
“No existe empleo ni oficio que yo no lo haya ensaya’o”. Así comienza una de las décimas de Violeta Parra que describe lo multifacética que fue en vida para expresar sus sentimientos, defender ideas y expresar lo que le parecía importante a través de la palabra, la música y las artes visuales en distintas técnicas, soportes y lenguajes.
Su manera de trabajar el papel maché es tan libre como lo fue su manera de vivir. Aquí el papel de diario y de revistas es dejado en su condición de material gráfico que, humedecido con engrudo, otorga una forma y un cuerpo al mismo tiempo que conserva su valor de contenido y color. Aun cuando ese contenido no pueda ser entendido por quien no sabe la lengua francesa, el diario tiene la misma estructura y significado en todo el mundo sin necesidad de descifrar el detalle de su texto. Estas obras están construidas con retazos de noticias de entre mediados de 1964 y mediados de 1965. Muchas veces parecen contener la propia historia de la forma: el diario vivido por el violinista, por la arpista y por cada personaje que, de alguna manera, intenta escapar de su bidimensionalidad para salir del muro.
Violeta, desde Europa y absorta en su mundo, sigue mirando hacia su país en una época en que ocurren tragedias como la de los mineros de Andacollo, o eventos importantes como las elecciones presidenciales de 1964, año que marca el inicio de una contracultura, movimientos juveniles y nuevas estrategias políticas. Y que, por otro lado, es el mismo año en que expone en el Museo de Artes Decorativas del Palacio del Louvre sus trabajos de bordados en arpillera, pinturas, esculturas en alambre y máscaras cutos rostros cubría con legumbres.
En sus obras en papel, la artista ahonda en la cultura popular de su Chile querido. Muestra su percepción del hombre de negocios, la vida mecanizada y el sufrimiento del pueblo a manos de la autoridad. Pero también los niños jugando en la plaza del barrio, amigos cantando en un bar o en una peña. Es la Violeta que siente nostalgia de su pueblo, la “Violeta Ausente” como dice su canción compuesta en esta misma época. Sin embargo, es un tiempo convulso y de grandes cambios en su vida. La relación iniciada en 1960 con el antropólogo y musicólogo Gilbert Favre se afianza y se va a vivir con él a Ginebra. En esa ciudad arrienda un taller y trabaja diversas técnicas de las artes visuales; pintura, bordado y papel maché. Allí conoce al fotógrafo Daniel Vittet, quien la entrevista y fotografía toda su obra. Cuando Violeta regresa a Chile en 1965, deja todo el trabajo realizado en ese taller, y será Vittet quien lo guardará tal vez con el presentimiento de estar protegiendo un tesoro patrimonial. Años más tarde, cuando sus hijos Isabel y Ángel participan de un concierto en esa ciudad, de vuelta en su camarín encontrarán una nota del fotógrafo diciendo que tiene los cuadros de Violeta. Es así como Isabel y su nieta Milena recuperan pinturas, esculturas, máscaras de cartón y las obras en papel maché que componen esta muestra, nunca antes exhibida.
Violeta reinterpreta la técnica tradicional del papel maché donde el rigor de la mano ya no es importante, sino que es fundamental la urgencia por sacar hacia afuera esa fuerza vital que muestran sus personajes; el detalle dramático de una mano en el arpa o el violín, la expresión de un rostro ocupado, el rostro que se asoma en la máquina del tiempo, el dramatismo de la muerte o la alegría de un niño jugando en un columpio.
El papel mitad pasta, a medio camino de ser sólo un trozo de papel humedecido por el engrudo, a modo de escritura va componiendo los personajes como si los fuera cantando, al tiempo que los deja inscritos en el soporte aun cuando pareciera que no terminan de quedarse quietos sobre un fondo. Aquí los personajes quieren salir del cuadro y tocarnos, cada uno es una historia, una canción narrada en imagen con ese lenguaje libre que Violeta usó para sus décimas, logrando llevarnos de la mano por esos micromundos contenidos en estas obras.
Carolina Larrea
Doctora en Artes
Profesora Asociada
Escuela de Arte UC
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